viernes, 2 de diciembre de 2022

Agnosticismo Ontológico

En ocasiones me han preguntado por la religión que practico. Así de directa la pregunta. Es decir, la mayoría de personas asumen que todos practican mas de alguna religión y no tienen la amplitud de criterio para considerar que las personas pueden o no ser religiosas.

Es interesante ver las expresiones en sus rostros cuando les digo que no practico ninguna religión. Pero no es ateo verdad? vuelven a preguntar con cierto recelo. Yo les contesto que el ateísmo en el extremo opuesto al creyente y que por lo tanto "ateo" es un concepto religioso y que yo no practico ninguna religión. que se me esta etiquetando en un concepto religioso.

La cara que ponen en de desconcierto ante esta respuesta. Por eso les digo: Déjeme ponerle un ejemplo, usted me pregunto si sigo a algún equipo de fútbol y yo le conteste que no me gusta el fútbol. Usted me vuelve a preguntar, pero no es del Barcelona verdad? 

Y allí es donde generalmente se queda la platica porque el creyente ya no sabe como seguir el hilo de la conversación. No concibe que una persona no tenga una religión. Asume erróneamente que si una persona no practica una religión entonces no cree en dios. Esto es precisamente por el maniqueísmo religioso del cual no están o no quieren estar conscientes.

Para hacer mas enredada la respuesta dire que mas que una religion yo tengo una postura filosófica respecto de la existencia o no de seres a los cuales se les califica de dioses. Mi postura filosófica, asumida y reforzada desde la adolescencia respecto a la existencia de los mismos y luego de asistir a actividades de diferentes denominaciones religiosas y de leer un sin número de libros adopté el agnosticismo ante seres.

Podría llamarse más apropiadamente dicha postura como «agnosticismo ontológico», y que para profanos y en palabras simples y accesibles, consiste en practicar la abstención de cualquier juicio ante la cuestión de la existencia de seres -que se supondrán o se suponen como posibles-.  

Así, si estos seres se conciben como «seres extraterrestres» a manera de ejemplo, es decir, seres fuera de este mundo tangible y que, en el mejor de los casos, serían entes finitos y corpóreos -cuya posibilidad parece hoy reconocida- se podrá abstener el juicio ante la pregunta directa sobre dicha existencia: «No sé si existen o no existen». Lo cual no me ubica en forma maniquea como creyente o no, simplemente, agnóstico.

En la medida que el hombre crea en estos seres y se les consideren próximos, por ejemplo, a los démones del Helenismo, y por tanto vinculados con determinaciones religiosas, la abstención de juicio podría estimarse como un caso de agnosticismo ontológico.

El ejemplo clásico es la ecuación de Drake, que indica una forma de calcular la probabilidad de tomar contacto con seres extraterrestres. Esta podría considerarse próxima al agnosticismo ya que dicha ecuación es probabilística y no predictiva. Sin embargo, el «agnosticismo ante seres», o presentados como tales, encuentra su acepción por antonomasia cuando el ser, ante el cual se supone que se abstiene el juicio de existencia, es el llamado ser supremo,

El argumento central es el siguiente: «No es posible demostrar racionalmente que los dioses existen; pero tampoco que no existen por la imposibilidad de demostrar un negativo y por ello la única postura racional es la abstención del juicio». Parecerá demasiado cerca a alguna antinomia kantiana, una aberración de cierta meditación cartesiana o simplemente la postura de Hans Kung.

Debo reconocer que hay un fallo en mi argumento y se encuentra en la premisa implícita de la suposición que un ser supremo es posible y que, por tanto, tiene sentido referirse a el como si se tratase de un sujeto cuya existencia o inexistencia tratásemos de demostrar.  Es como tratar de demostrar la existencia o inexistencia de un árbol cayendo es este momento en medio de un bosque en Papúa Nueva Guinea ante la presencia de nadie. O que significa un Do Mayor para una persona sorda de nacimiento.

Por otro lado, lo que regularmente se pone en tela de juicio, generalmente en la privacidad del pensamiento, es la posibilidad misma de la existencia de un ser supremo que no puede estar situado en ninguna área o categoría específica de la realidad que vemos en la cotidianidad.

Supuesta esta imposibilidad, no se puede tratar de «demostrar la inexistencia de Dios», sino de demostrar la «inexistencia de su idea»; por lo que el agnosticismo ontológico estará fuera de lugar y sólo podrá ser reemplazado por el ateísmo, creencia desaparecida como institución en la oscuridad de la edad media, que no es mi postura ante la vida.

También está el agnosticismo ante saberes, que llamo «agnosticismo epistemológico», y lo entiendo como la suspensión del juicio ante ciertos «saberes» o «valores» propuestos como verdades reveladas, dogmas, ritos, etc. dados por una secta, Iglesia o grupo religioso, por tanto, estos saberes no pueden ser derivados de la razón pero tampoco podrían ser impugnados por ella. Son campos diferentes. Es comparar peras y manzanas.

Los saberes revelados y ofrecidos como necesarios para la «salvación», por ejemplo,  son precisamente los saberes del gnosticismo, en atención a la secta de los «gnósticos» del siglo II (Valentín, Carpócrates, Basílides, et al) que se consideraron a sí mismos como depositarios de un saber revelado y soteriológico. Lejos estaban de saber que siglos después sus creencias serian barridas de la faz de la tierra por el papa Inocencio III cuando mando a masacrar a los Cátaros en la cruzada de los Albigenses.

Finalmente, el agnóstico ontológico, en el sentido epistemológico, es el que no acepta estos saberes revelados o propuestos pero tampoco los rechaza; simplemente se inhibe o suspende el juicio creyendo saber, además, que esta suspensión sobre «asuntos que tienen que ver con la religión» no afectan para nada las decisiones sobre juicios prácticos de la vida privada y, sobre todo, la pública. Y por eso es muy fácil vivir sin una religión. Una preocupación menos.